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El 26 de abril de 1937, Gernika, mi pueblo, fue totalmente arrasado por la bombas y el fuego arrojado por un numeroso grupo de bombarderos y cazas alemanes e italianos, en una operación que para el ejercito sublevado de Franco y Mola iba a suponer golpear en el corazón mismo del espíritu vasco, su ciudad símbolo, su tótem sagrado y secular, para así doblegar su enconada resistencia al avance del fascismo y su lucha desesperada por preservar sus libertades, siempre amenazadas por sus voraces y insaciables vecinos. Para los alemanes constituyo un experimento de destrucción total, prueba de aviones, bombas y tácticas, cuyas enseñanzas luego serían aplicadas en la cercana gran guerra.
Gernika, sufrió ese fatídico día, en el que los ingenios más modernos y sofisticados de destrucción la colocaron en su punto de mira, algo más que la irreparable perdida de vidas humanas, perdió también, gran parte de las referencias históricas que la jalonaban desde el medioevo, sufriendo un brutal corte en lo que había sido su evolución natural. Experiencia traumatica para los escasos habitantes que optaron por sobrevivir, intentando rehacer sus vidas rotas, entre los escombros del lo que había sido su mundo.
Las frías reconstrucciones que los vencedores levantaron para ocultar al mundo su horrible genocidio, nunca nos podrán devolver aquel entorno entrañable cimentado en el tiempo.
Estas son las reflexiones y pilares que sostienen gran parte de mi pintura y estos apuntes históricos. Para compartirlos intento construir este blog.
Julen…