El culto a los árboles (dendrolatría) es común en los viejos países europeos del centro y del septentrión, debido a la vegetación forestal que marca el paisaje y el carácter de las gentes que habitan estas zonas. No podía ser menos en toda la franja cantábrica, desde Galicia, pasando por Asturias y Cantabria, hasta Euskal Herria, con una tupida cubierta forestal. No puede resultar extraña la idolatría que el vasco ancestral ha sentido por los árboles si tenemos en cuenta lo tupido de sus bosques sobre un terreno abrupto, auténticas selvas hace décadas y de los que siempre emanó un halo mágico y misterioso.
Siguiendo de nuevo a nuestro estimado erudito, Julio Caro Baroja (1), este culto a los árboles podemos sintetizarla en tres formas:
- veneración por los árboles y bosques en general.
- veneración por determinados árboles y bosques en particular.
- veneración por los espíritus que habitan los árboles y los bosques.
Antes que ninguno el roble ha sido un árbol sagrado para los vascos desde la más remota antigüedad y su nombre euskérico “Haritz”, aparece hasta once veces en lápidas precristianas de Aquitania.
Los árboles, en general, tienen un significado profundo en la vida colectiva, política y legal entre nosotros. Los fitónimos (nombres relacionados con lo vegetal), tienen gran importancia en la toponimia y en los apellidos vascos. Iñigo Arista, primer rey de los vascos, llevaba este apodo por alusión al roble “Aritza”. Los apellidos están representados por los blasones y emblemas heráldicos, en los que los árboles tienen enorme representación desde antiguo.
Tampoco olvidemos que en la vida institucional los árboles tienen un papel destacado, bajo ellos se celebraban las juntas y reuniones donde se tomaban decisiones políticas y bajo el roble milenario juraban los reyes defender las leyes que se había dado el pueblo.
Según las leyendas y creencias que, sobre los bosques, han llegado hasta nosotros, a bosques y árboles se les atribuía pensamiento racional e incluso capacidad para caminar.
El árbol es un elemento festivo de mayo, mes de ritos primaverales y emblema de la regeneración natural, es costumbre en muchos pueblos de nuestra geografía, talar un árbol el último día de abril, que desmochado y descortezado se coloca en medio del pueblo, cargándolo de adornos que lucirá durante todo el mes de mayo. Si a este tronco se le dejaba, en el extremo, parte de la copa, el nombre que se le daba era el de “La maya”. Cuando en lugar del árbol se colocaba un largo poste de madera a modo de cucaña, se le conoce por “mayo”. El profundo sentido ancestral y pagano es claro.
Los númenes más conocidos de los bosques de la antigüedad clásica son los sátiros y las ninfas en Grecia, los silvanos y faunos en Roma. En la mitología europea, y la nuestra entre ella, estos númenes del bosque tienen un carácter más rústico, menos refinado y literario.
Encontramos cuatro dedicaciones al dios “Fagus”, que, siguiendo a Julien Sacaze (2), podemos relacionar su culto al haya (en euskera “pagoa”). “Arixo”, es otra divinidad vegetal, asimilado a Marte, “Aritza” es roble en euskera. Todos estos cultos han desaparecido sin dejar rastros individuales. La cruz ha sustituido muchas veces a antiguos árboles sagrados, es muy probable que hayamos pasado de adorar a algún árbol a adorar la cruz de madera.
Siguiendo el hilo del razonamiento, si adoramos los árboles y los bosques desde nuestro más remoto pasado, como no íbamos a tener un protector, un señor de los bosques, nuestro BASAJAUN, de gran importancia dentro del imaginario pagano vasco. También conocido por Basojaun, Baxajaun o Anxo. Personalmente siempre lo he conocido por Basojaun pero, como no podía ser de otra forma, me pliego al sentir más generalizado.
En la mitología aragonesa aparece un personaje de similares características conocido por Basajarau, Bonjarau o Bosnerau. Esa primera variante, por su similitud, nos sugiere que el Basajarau, bien podría provenir de nuestro Basajaun. También en el pirineo catalán se recogen mitos similares (Violant i Simorra). Recordemos que sobre el siglo I de nuestra era, el euskera se extendía por casi todo el Pirineo, adentrándose incluso en el Pirineo Catalán, como lo atestigua la toponimia. Recordemos que el actual Aragón fue territorio del Reino de Navarra. Estos datos nos dan una idea de la antigüedad de nuestro querido númen.
Se trata de un personaje no demasiado elaborado, casi esquemático. Señor salvaje, señor del bosque, montaraz morador de los bosques más profundos, de apariencia humana, alto (Agustín Chao lo sitúa entre los gigantes), con su cuerpo velloso, sus grandes barbas y una larga cabellera que le cae por delante hasta las rodillas cubriendo cara, pecho y vientre, con uñas largas y duras como las garras de una fiera, su fuerza extraordinaria y su caracteres animales en lo físico y en lo espiritual (tiene un pié como el de los hombres, el otro, en cambio, es redondo como una pezuña de caballo), no exento de rústica ingenuidad y de una arquetípica e irreductible humanidad, no cabe duda que en la antigüedad fue una divinidad o un numem secundario de los bosques. No habla con los humanos, se da a entender por señas. En muy pocos relatos aparece como un ser dañino o peligroso en la mentalidad popular, aunque, su presencia, infunde respeto y miedo. Se presenta en algunos relatos acompañado de otros compañeros.
“Numen con participación de hombre y de bestia montaraz, ágil como los corzos de Belate, irresistible como el huracán, fuerte como los graníticos peñascales de Roncal, inexorable como el destino, monstruo cuyos puños de acero arrancan de cuajo robles seculares que blande a guisa de makilla, cuyos ojos, cuando la cólera le agita, lanzan rayos, y cuya voz retumba, ensordece, aterra, como la de las tempestades de los mares de Cantabria”.
Con esta concepción romántica lo sueña Iturralde y Suit, citado por nuestro etnógrafo y sacerdote Jose María Satrustegi, (3).
Protege los rebaños avisando a los pastores con fuertes silbidos para prevenirles cuando se acerca una tormenta, y estos puedan poner a cobijo sus rebaños. Evita que el lobo se acerque a los apriscos.. Cuando BASAJAUN esta cerca, las ovejas agitan sus cencerros para hacer saber al pastor que puede echarse a dormir tranquilo. Pero, claro esta, Basajaun pretende cobrar algún tributo por sus servicios, como veremos en uno de los relatos.
“Basajaun es el misterio impenetrable de aquellos bosques primitivos. El ruido de sus pisadas estremece, con crujido de hojas secas, el silencio contenido del roble y de las hayas en las horas más serenas.
Es viento que cimbrea la copa más alta de los hayedos y levanta remolinos de polvo de la herida mortificada de cada camino. El huracán que arranca airado los árboles en sus noches de insomnio, y el tronco añoso que cruje con chasquido de huesos calcinados por la vida y el tiempo.
Basajaun es latido que habita en las limpias cascadas y en las venas de cada riachuelo con mensaje refrescante de eterna primavera.
Basajaun es misterio trascendente que inspira la densa espesura impenetrable de la primera selva virgen hollada y masacrada por el hombre, dispuesto a hacer del cadáver de cada tronco vaciado mortaja de los seres que profanan su religiosa intimidad.
Ante la majestuosa grandiosidad de la montaña poblada de tupida vegetación, el hombre se sentía anonadado, vigilado y perseguido por el espíritu desconocido que intuía en cada sensación extraña. Tenía que expresar sus vivencias, definir sus sobresaltos, con alusión a la fuerza sobrehumana que los provoca llamando por su nombre al caminante.
La experiencia se repite, cunde la sicosis por mimetismo y se instala establemente en los mecanísmos del alma colectiva, que traduce sus vivencias en lenguaje codificado del mito.
Basajaun es, entonces, la personificación de la energía misteriosa que sacude los bosques ante la mirada atónita e inoperante del hombre. Es el alma de la vegetación, símbolo de la vida que renace y se perpetúa en la jungla.
El Genio del dominio originario, el poseedor que crea y reviste de vida real los montes y valles, participa de atributos cuasi-divinos, y se llama Señor de los bosques, BASAJAUN.” (4)

Pío Baroja, familiarizado en Itzea con el susurro del agua y las brisas de Ibardín, en el desfile de moradores del Bidasoa de “La Leyenda de Juan de Alzate”, presenta un Basajaun discreto y poco ceremonioso, entre vigoroso gigante y hálito de Ninfa. No se mete con nadie, ni amedrenta a los viajeros.
También cuenta con pareja femenina Basandere, cuyas características describiremos más adelante.
Personalmente siempre lo veré como al terco y obstinado, pagano y montaraz, con el que me identifico, portador de nuestros valores más atávicos, morador en lo profundo de nuestros bosques y que se resiste obstinadamente a ser asimilado por los nuevos tiempos.
Aparece en los relatos populares como primer agricultor, y también como primer herrero y primer molinero. Es maestro en todos estos oficios, y el hombre, valiéndose de engaños y artimañas, le robó el secreto de la fabricación de la sierra, del eje del molino y del modo de soldar metales.
Contemos algunas viejas historias que se relataban las noches de invierno al calor del bekosue.
“San Martín cuando vino a Ataun, no tenía conocimientos ni del lugar ni de la labranza. Quería edificar una iglesia en una pradera, en el sitio más ancho de la vega. El Basajaun quería se hiciera sobre la colina (en el cementerio de hoy). Los trabajos que hacía éste de día, San Martín los trasladaba de noche a la vega. Una noche estaba una vieja acechando. San Martín dijo a su pareja de bueyes:
Arre, blanco; arre, rojo
a ese vieja que está acechando
sácale un ojo.
Un buey, con sus cuernos, le sacó la ojo a la anciana.
Edificó San Martín la iglesia; pero para los servicios de la misma no tenía ni cereales no heredades.
Pidió socorro al Basajaun, pero en vano. Este estaba dando brincos sobre la simiente de trigo. San
Martín; viendo a aquél en tal forma, se hizo unas polainas hasta arriba de las piernas y vestido de ellas:
— También yo haré como tú— le dijo al Basajaun.
Comenzó el también a saltar de un montón a otro, y las polainas se le llenaron de simiente, robó el trigo.
Otra leyenda, complementaria ó parte de esta, narra:
“ … estaban unos basojaunes cultivando trigo en la montaña de Muskia, en Ataún, cuando recibieron la visita de San Martín Txiki, un cristiano amigo de ellos. Viendo cómo los montones de trigo se encontraban separados unos de otros, apostó con los genios a ver quien era capaz de saltarlos por encima. Aceptaron estos el reto, saltando los basojaunes sin dificultad alguna. Cuando le toco el turno a San Martín Txiki, tomo carrerilla y salto, pero intencionadamente se dejo caer sobre uno de los montones.
San Martín, que había venido con unas abarcas más anchas de las que usaba habitualmente, dio por perdida la apuesta ante las fuertes risotadas de sus colosales contrarios. Se despidió de los genios, que no paraban de burlarse de él y emprendió el camino de regreso a su casa con las abarcas llenas de granos de trigo. Pero, los basojaunes, cuando acabaron con sus chanzas, se percatan del ardid que había empleado su supuesto amigo para robarles el trigo que los hombres desconocían y ansiaban, salieron en su persecución. Uno de ellos llegó a lanzarle un hacha, que fue a clavarse en el tronco de un castaño. San Martín Txiki, veloz como un rayo, había conseguido ponerse a salvo. Ya tenía el trigo y su simiente, pero desconocía cuando sembrarlo.
Días más tarde, un hombre que paseaba cerca de la cueva de uno de los basajaunes, le oyó a éste meditar:
—Sí los hombres supieran esta canción, bien se aprovecharían de ella— , cantando a continuación:
Brote de hoja, siembra el maíz;
sequía de hoja, siembra el nabo;
caída de hoja, siembra de trigo.
Aquel hombre, que conocía la anterior correría de San Martín Txiki, le falto tiempo para referírsela. Así pudo éste sembrar la primera cosecha de tan preciado cereal, cultivo que a partir de entonces se extendió rápidamente por el mundo.
Un halo de misterio ha envuelto el origen del maíz, que hoy sabemos llegó de America. El pueblo sin recurrir a sesudos investigadores ya conocía hace tiempo el origen de la primera cosecha de maíz. La semilla del arto fue robada a los basajaunes por San Marín Txiki, cuando éste, apostado y oculto en un árbol, escucho a los basojaunes:
“Elorritxoa loran dago, artoa ereten giro dago” (El espinito está en flor, para siembra de maíz buena sazón)
El artero cristiano, puso en práctica la involuntaria lección y así se extendió la siembra del maíz por el mundo.
Hay siempre un héroe cristiano que roba su secreto a los genios y después lo extiende por el mundo. ¡Faltaría más! .
En Oyarzun (Gipuzkoa), se cuenta como San Martiniko, que es el como se le conoce allí, logró que el Basajaun le descubra el secreto de la fabricación de la sierra. Para ello mandó a un criado a la morada de los genios, con el encargo de proclamar: “San Martiniko ha fabricado la sierra”. A los que, muy extrañado, el ingenuo Basajaun pregunto: “¿Es que tu amo ha visto la hoja del castaño?”. No la ha visto, pero la verá –respondió el criado-. Informado San Martiniko fabricó una sierra. Pero el Basajaun rabioso por el engaño, entro uno noche en el taller del artero cristiano y, uno a uno, torció todos los dientes de la flamante sierra, uno para cada lado, con intención de inutilizar la herramienta. Cual fue la sorpresa de San Martiniko cuando al día siguiente al ir a emplear su nueva herramienta, se percato de la manipulación, comprobando sin embargo, que esta mejoraba su utilización. Así descubrió el hombre la primera sierre con dientes triscados.
Se cuenta en Kortezubi que con igual treta logró averiguar como hacia el Basajaun para soldar dos piezas de hierro:
“mando San Martiniko, anunciar por la zona que él había descubierto el procedimiento para soldar el hierro. Entonces el Basajaun pregunto al pregonero: “¿Es que San Martiniko asperjó con agua arcillosa las piezas de hierro?” – No lo hizo, pero ya lo hará—contestó el pregonero. Y así, utilizando como fundente la arcilla con agua, San Martinikologró la soldadura del hierro, técnica que luego se propago por los pueblos.” (5)
En la región de Sara
“cuentan que el eje del molino de San Martiniko era de roble y se quemaba luego inutilizándose para el trabajo. En cambio, el del molino del Basajaun duraba mucho. San Martiniko mando anunciar que su molino funcionaba ya sin desmayo. –Eso quiere decir que le ha puesto eje de aliso—comentó el
Basajaun. – ¡Se lo pondrá¡— contestó el pregonero.”
Cuenta una leyenda de Esterenzubi (Baja Navarra):
“… los vaqueros del pueblo dejaban un trozo de pan para Anxo, que acostumbraba a venir cuando ellos ya se habían dormido. Pero una noche se olvidaron de dejar el pan, haciéndolo sólo unade ellos, el más joven precisamente. A la mañana siguiente descubrirían que el señor del bosque les había robado la ropa a todos, menos al que no olvido la ofrenda. Los vaqueros ofrecieron entonces regalarle una ternera al más joven de sus compañeros, si iba hasta la caverna donde habitaba Basajaun y recuperaba la ropa. Aceptó de buen grado el joven y se presentó ante el genio. Pero no sólo recuperó los vestidos robados, sino que recibió una extraña recomendación de Anxo: — A la ternera que te han regalado, dale ciento un palos—. Así lo hizo el vaquero cuando estuvo de vuelta, y prodigiosamente, aquella ternera le dio ciento un terneritos” (6)
- (1) “RITOS Y MITOS EQUIVOCOS”, Julio Caro Baroja, pág. 340.
- (2) “INSCRIPTIONS ANTIQUES DES PYRÉNNÉES”, Julien Sacaze. Toulouse, 1892.
- (3) “MITOS Y CREENCIAS”. José María Satrustegi, pág. 90, 91. Egin. Biblioteca.
- (4) “MITOS Y CREENCIAS”. Jose Maria Satrustegi, pág. 94, 95. Egin. Biblioteca.
- (5) “DICCIONARIO ILUSTRADO DE MITOLOGÏA VASCA”, Jose Miguel de Barandiaran. Obras Completas, Tomo I. Biblioteca de la Gran Enciclopedia Vasca, pág. 58.
- (6) “LOS VASCOS, Mitos leyendas y costumbres”. José Dueso. Editorial LUR. Tomo I , pág. 20-30.